Las cofradías de Semana Santa o de Pasión

Hoy día en España entera, más en Andalucía, más en Sevilla, la tierra donde nos encontramos, las cofradías de Semana Santa o de Pasión han tomado un protagonismo casi único. Tan es así que las otras cofradías, las llamadas cofradías “de gloria”: las cofradías de los santos, de María, las Sacramentales, las de las Ánimas Benditas, o han desaparecido o han terminado por fundirse con la cofradía de Semana Santa más cercana, especialmente en los casos parroquiales (claro es que en algunos casos los respectivos párrocos se han opuesto a estas fusiones, ellos sabrán por qué). Afirmamos, pues, que las cofradías de Semana Santa han tomado tal auge que vienen a ser las protagonistas casi únicas, desarrollando no sólo una actividad cultual, sino múltiple, pero especialmente benéfico-asistencial y hoy hasta cultural. Por todo ello merecen que nos detengamos un poco más en ellas.

Comenzaremos por intentar dar de ellas una definición para no confundirlas ni mezclarlas con otros tipos de cofradías de los muchos a que nos hemos referido.

Entendemos que una “cofradía de Semana Santa o de Pasión es la asociación de fieles, en la mayoría de los casos exclusivamente laicos, que une dos elementos: en primer lugar la contemplación de la Pasión y Muerte de Cristo y, en segundo lugar, la imitación de los dolores de Cristo en su Pasión y Muerte por medio de una penitencia pública que se concreta en la autoflagelación (y se pudo concretar también en otros tipos de penitencia) llevada a cabo durante la realización de la procesión o “Estación de Penitencia” efectuada en uno de los días de la Semana Santa”. Éstos tres nos parecen que fueron los elementos constitutivos de este tipo de cofradías en su aparición durante el primer cuarto del siglo XVI.

El auge de estas cofradías fue tan grande en el siglo XVI que afectó a las otras cofradías no de Semana Santa o de Pasión, que terminaron por convertirse en cofradías de disciplina, la que definimos como “aquella cofradía de gloria, asociación de fieles, en la mayoría de los casos exclusivamente laicos, que teniendo como advocación a Jesucristo, María, los santos y hasta las Ánimas del Purgatorio o teniendo otros fines artesanales o benéfico-asistenciales, deciden practicar la penitencia pública: autoflagelación u otro tipo de penitencia, durante los días de la Semana Santa en una procesión o “Estación de Penitencia pública”. Este tipo de cofradías también surgió en el siglo XVI y siguientes.

La definición dada incluye, por lo tanto: 1) la existencia de una asociación, 2) la contemplación de la Pasión y Muerte de Cristo, y 3) la imitación pública del dolor mediante la penitencia pública: autoflagelación u otro tipo de penitencia.

Puede o ha podido, por lo tanto, existir contemplación e imitación y no estar constituidos sus miembros como asociación y no habría cofradía de Semana Santa o de Pasión. Y puede y pudo existir un grupo de gentes que contemplaban la Pasión y Muerte de Cristo, pero que no practicaban la penitencia pública y tampoco hubo cofradía de Semana Santa o de Pasión.

Lo dicho nos explica que las cofradías de Semana Santa o de Pasión no nacieron en el primer cuarto del siglo XVI porque sí, como flores exóticas o por generación espontánea, sino dentro de un contexto que permitió su nacimiento. Desde el siglo XIII en adelante la teología, la mística, las devociones se centran más en Jesús hombre (sin negar nunca la divinidad) que en Jesús Dios, lo que permitirá la contemplación de toda la vida humana de Jesús y, también y más y más, durante los siglos XIV y XV, de su cruel y acerba Pasión y Muerte.

Las cofradías de Semana Santa o de Pasión nacieron para contemplar la Pasión y Muerte de Cristo e imitarla mediante actos penitenciales, éstas son sus características más importantes o, mejor, exclusivas. Fíjense que estos mismos sentimientos los encontramos en la Liturgia, al menos desde el siglo XI al Concilio Vaticano II. El Viernes Santo era día de luto y luto rigurosísimo. No se celebraba la Eucaristía, no se daba la paz en los Oficios Litúrgicos, se comulgaba de lo presantificado, el color litúrgico era el negro, rigurosamente negro, no se tocaban los instrumentos musicales en las ceremonias litúrgicas, los Oficios Litúrgicos comenzaban en riguroso silencio, de rodillas todos los fieles y postrados los celebrantes ante el altar. Sólo con posterioridad a la celebración del Vaticano II se ha comenzado a dar al Viernes Santo el sentido de una fiesta de triunfo de Cristo sobre la Cruz y la liturgia se ha vestido de rojo.

Las cofradías de Semana Santa o de Pasión no es que negaran la Resurrección de Jesús, pero no la contemplaban. La Pascua de Resurrección era la fiesta mayor de la Cristiandad desde el siglo I al siglo XVI, 4, cuando aparecen las cofradías de Semana Santa, y se celebraba ese día y los dos días siguientes con toda solemnidad, pero no durante los días de Semana Santa. Por eso, las cofradías de Semana Santa o de Pasión nacieron y se desarrollaron durante el siglo XVI bajo el sentido del dolor, de la aflicción, de la penitencia. No llevaban flores, ni palios, ni bandas de música, los clérigos entonaban algún canto litúrgico o de penitencia y una “trompeta de dolor” abría el cortejo. Ahora (no sabemos decir desde cuándo), al menos en Sevilla, la celebración de la Semana Santa es festiva, jubilosa, triunfal. Se ha dado como explicación que los sevillanos nunca celebramos sólo la Pasión y Muerte de Cristo, sino siempre Pasión, Muerte y Resurrección. A nosotros nos parece un parche, un remiendo para explicar unos hechos indebidos, pero preferimos no enjuiciarlo.

¿Las cofradías de Semana Santa o de Pasión nacieron para practicar la caridad, para realizar acciones benéfico-asistenciales, para cumplir las Obras de Misericordia? Respondemos no, aunque no las excluyeron. Las cofradías de Semana Santa o Pasión, no las que hemos llamado de disciplina, nacieron, como ya hemos dicho, para contemplar e imitar el misterio de la Pasión y Muerte de Jesús. Ahora bien, también estas cofradías se preocuparon de la vida espiritual, y a veces de la temporal, de sus hermanos y cofrades. En este sentido las cofradías de Semana Santa querían que sus hermanos y cofrades estuvieran confesados y comulgados antes de la celebración de la Estación de Penitencia, se preocupaban por los hermanos enfermos a los que visitaban para que comulgaran, recibieran los últimos sacramentos e hicieran testamento, de manera especial cuidaban todo lo relacionado con el entierro de los cofrades difuntos, de sus padres, hijos, servidores de sus casas, apaniaguados, de cualquiera, especialmente de los pobres, que muriera dentro de sus casas, (aunque nunca enterraban esclavos) y de sus honras fúnebres. En alguna regla de cofradía de Semana Santa hallamos la preocupación por dotar doncellas pobres para el matrimonio, por la redención de cautivos o por los presos de la cárcel.

¿Nacieron las cofradías como movimientos comprometidos por la fe y la defensa de la Iglesia, sus dogmas y sus fines, lucha contra el hereje, actuación política, etc.? Debemos de distinguir el momento en que nacieron y los otros momentos por los que han tenido que pasar a lo largo de su historia. De todos modos afirmamos que las cofradías nacieron y se han mantenido como confesoras de la fe expuesta en los dogmas de la Iglesia, más que como defensoras de los mismos, y en comunión con la Jerarquía Eclesiástica. Las cofradías de Semana Santa no tuvieron en el siglo XVI como fin la lucha contra el hereje, esto ya lo hacía la Santa Inquisición; las cofradías se contentaban con no admitir a quienes no fueran limpios de sangre o cristianos viejos. Creemos que las cofradías de Semana Santa jamás han realizado, mantenido ni intentado una acción militante católica, su campo ha sido el cultual dentro y fuera de sus templos y en ocasiones el benéfico-asistencial. Otra cosa es lo que pueda estar ocurriendo en estos últimos años.

La mayoría de las cofradías de Semana Santa ha nacido en medio del pueblo sencillo y llano, en ocasiones agrupando gente marginal: mulatos y negros. Después, conforme a sus intereses, se han subido al carro de la cofradías de Semana Santa las clases altas y los políticos.

Un último punto que no queremos olvidar. Hay que tener mucho cuidado con los mitos y leyendas que los cofrades cuentan de sus propias cofradías y sobre todo de las “de mi pueblo”, de la “de mi barrio” o de la “mía”. Ellas son las mejores y, sobre todo, las más antiguas y puede ser que para ellos sea verdad todo ello, pero que no haya ocurrido.

Orígenes y antecedentes.

En otros trabajos nos hemos preocupado de este tema, 5, por lo que en este punto vamos a intentar ser lo más concisos y resumidos posibles, a excepción de aquellas cuestiones que supongamos una novedad.
Hemos de distinguir entre los antecedentes y orígenes de las definidas como cofradías de Semana Santa o de Pasión, y de las definidas como cofradías de disciplina.

a) Las cofradías de Semana Santa o de Pasión.

    Podemos hablar de varios grupos de antecedentes:

El Contexto teológico y devocional.

Como ya hemos afirmado en estas mismas líneas las cofradías de Semana Santa no nacen como flores exóticas y por generación espontánea, sino que necesitaron de un clima teológico y devocional propicio. ¿Cuál fue éste?

También ya hemos dicho que en la historia de la contemplación y devoción de la persona de Jesús podemos trazar como una raya que la corta a comienzos del siglo XIII. Con anterioridad la especulación teológica, la contemplación, la devoción se fijó más (sin negar la humanidad de Jesús) en la divinidad. En cambio a partir de comienzos del siglo XIII y, en concreto, a partir de san Francisco de Asís (1182-1226), se origina un nuevo camino: el de la especulación, de la contemplación y de la devoción (sin negar para nada su divinidad) de la humanidad de Jesús. La humanidad de Jesús completa, desde su nacimiento de una mujer hasta su Pasión y Muerte sobre una Cruz. Su humanidad completa igual y semejante a la nuestra en todo menos en el pecado (San Pablo Hech 2,17-18; 4,15). Su humanidad, por lo tanto, que nace, crece y se desarrolla, que tiene necesidades que ha de satisfacer y que sufre, puede sufrir el dolor, y muere.

Este hecho será el que permitirá que, a partir de san Francisco y su influencia, y a lo largo de los siglos XIV y XV, se llegue a contemplar de una manera especial por teólogos, contemplativos y místicos y, bajo su influencia, por el pueblo fiel la Pasión y Muerte dolorosa, acerba, dolorosísima de Jesús. Se estudian y se contemplan, por todas las escuelas religiosas y místicas: franciscanos, dominicos, agustinos, cartujos, la llamada “devoción moderna”, los dolores morales, espirituales, internos y los materiales y externos de la Pasión de Jesús: La afrenta moral, el abandono de los suyos, de sus amigos, de sus apóstoles, de sus íntimos, los puñetazos, los escupitajos, las bofetadas, los golpes y empellones, los latigazos, la coronación de espinas, la condena por los tribunales y las masas, las caídas a lo largo de toda la Pasión y durante el caminar hacia el Calvario, la desnudez, la crucifixión, la exaltación de la cruz, la agonía de Jesús crucificado en lo alto de una cruz, desnudo, abandonado de los suyos e improperiado por sus adversarios, la muerte, la lanzada, la entrega del cuerpo, la conducción al sepulcro y el entierro. Toda la Pasión y Muerte y todo pormenorizadarnente. No es ya extraño que dentro de este contexto, que se alarga durante los siglos XIV y XV, pudieran formarse asociaciones que se dedicasen exclusivamente a la contemplación de la Pasión y Muerte de Jesús.

Algunos elementos o algunos motivos fueron objeto de mayor contemplación y devoción:

– La Cruz. La Verdadera Cruz de Jesús que Santa Elena hallaría en Jerusalén hacia el 335. La Cruz sola y verdadera, gloriosa y triunfante donde Cristo había vencido y nos había redimido, cuya fiesta se celebraba en tiempo de Pascua de Resurrección, el tres de mayo. Sólo a finales del siglo XV se va a producir un cambio, y de Cruz gloriosa y victoriosa va a pasar ser considerada como Cruz suplicio donde Cristo ha muerto invitándonos a cada uno a llevar nuestra cruz, a sacrificarnos, a mortificarnos.

– La Sangre, la Preciosa Sangre de Cristo. Junto a la Cruz, creemos que fue la Sangre de Cristo otro de los grandes motivos de devoción durante los siglos bajomedievales. Devoción a la Sangre de Cristo ya afirmada en el Nuevo Testamento: “Bebed todos, que ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados” (Mt 26,28) lo que se repite en otros textos similares como 1 Cor 11,25; Ef 1,4; Col 1,15; Heb 9,14. Pero, especialmente, el texto de Jn 19,32-34: “Fueron los soldados y le quebraron las piernas primero a un crucificado y luego al otro; pero al llegar a Jesús viendo que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, en cambio, un soldado le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua”. Nos hallamos ante un milagro que revela, al mismo tiempo, la realidad del sacrificio y la divinidad de Jesús.

La exégesis llamó pronto la importancia de este pasaje confiriéndole una interpretación sacramental, interpretando la salida de la sangre como símbolo de la Eucaristía y la del agua como símbolo del Bautismo.

Para que no hubiera duda sobre el valor de la sangre y agua se asocia el suceso de Longinos (la lanzada) al del soldado, normalmente denominado Estéfaton, quien, antes de morir Jesús, cogió una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, se la dio a beber a Jesús (Mt 27,48-49). Una versión reformada del Evangelio de san Mateo, parece que procedente de Irlanda, interpoló el episodio de la lanzada (narrado por san Juan) entre el episodio del vinagre y la muerte de Jesús narradas por san Mateo (Mt 27, 49-50). Se quiere mantener así la significación sacramental que los Padres de la Iglesia conceden al episodio de la lanzada y tenía por resultado demostrar que Cristo continuaba estando vivo aún después de muerto, en la medida que la salida de sangre y agua manifiesta su fuerza vital.

El verdadero paso hacia la contemplación de la Sangre de Cristo, como de toda su humanidad se produce desde san Francisco de Asís en adelante, a lo largo de los siglos XIV y XV.

Su influencia en las manifestaciones artísticas es muy considerable. La tipología gira en torno al Crucificado de cuyas llagas mana abundante sangre recogida por ángeles, versión que se simplifica con un solo cáliz colocado a los pies del Salvador. Por extensión, en algunas representaciones de la Piedad, aparece también el cáliz junto a Jesús en brazos de su Madre. Una fórmula iconográfica importante será la fuente de la vida. Su fundamentación teológica se basa en la significación del agua como símbolo del Bautismo y la Sangre de la Eucaristía. Dos son las versiones principales de la Fuente de la Vida: en la primera, aparece Jesús crucificado, en la segunda, abrazado a la cruz. Pero la novedad consiste en la referencia a los sacramentos de la Iglesia que entroncan con la Sangre redentora. La Fuente de la Vida alcanza su iconografía más característica en la representación de un gran vaso en cuyo centro se eleva la cruz o aparece Jesús con el madero abrazado exprimiendo la llaga de su costado. A finales del siglo XV, por toda España se esculpía o pintaba el Cristo de la Sangre, como el de la famosa Capilla Dorada de la catedral nueva de Salamanca (1513-1525), que mana sangre de sus cinco llagas y es recogida en cálices sostenidos por cuatro ángeles, o los de Sevilla: el primitivo Crucificado que se encontraba en el Hospital de la Sangre de Triana al que se le vino a denominar, no sabemos por qué, el Cristo de las Aguas ¿Por las sequías o por la sangre y agua que brotaron del costado de Cristo?; el Cristo de la Sangre de la actual cofradía de San Benito; o el Cristo de la extinguida cofradía de los Clavos en cuya imagen salían unos hijos rojos de cada una de las llagas que se unían en las de los pies, símbolo de la Sangre derramada, que la Magdalena recogía en un cáliz.

La influencia de la Sangre o del Cristo de la Sangre fue muy grande en la iconografía cristiana de finales del siglo XV y siglo XVI.

No nos cabe la menor duda de que la devoción a la Sangre de Cristo es la que produjo el cambio de la devoción de la Verdadera Cruz gloriosa a la Verdadera Cruz pasionaria donde Cristo había sufrido su Pasión, de manera que la mayoría de las cofradías de la Santa Vera Cruz y sus Crucificados, tan extendidas durante el siglo XVI, aparecen como cofradías de la Santa Vera Cruz y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

– Otras devociones similares, también difundidas durante los siglos XIII al XV, y muy entroncadas con la de la Sangre, influyeron en la aparición de las cofradías de Semana Santa o de Pasión. Se trata de las devociones, que no podemos más que indicar, de las Cinco Llagas, de los Clavos, de la Corona de Espinas, de la Santa Faz que Cristo dejara grabada en el paño con que lo secó una mujer cuando caminaba hacia el Calvario y las caídas, las que sufrió Cristo a la largo de toda su Pasión, o las que en particular sufrió cuando cargaba con su Cruz camino del Calvario.

Los actos extralitúrgicos.

A lo largo de los siglos bajomedievales durante la Semana Santa no se celebraron más que los actos litúrgicos: La Misa, los Oficios Divinos, los Maitines o Tinieblas, la adoración de la Eucaristía reservada en los Monumentos de las diferentes iglesias, y la veneración y ofrenda a la Cruz.

Sin embargo, podemos contemplar la aparición de ciertos actos extralitúrgicos o paralitúrgicos que también señalamos como posibles antecedentes de las cofradías de Semana Santa o de Pasión. Fueron algunos de éstos los siguientes:

– La representación entera de la Pasión que se efectuaba en el pórtico de alguna iglesia o en la plaza contigua el Domingo de Ramos, en cuya misa ya se lee la Pasión según San Mateo, desde finales del siglo XIII, como está documentado para la catedral de Zamora.

– El Sermón de Pasión. El Sermón de Pasión puede tener su origen en el sermón que Jesús pronunciara en la noche de la Cena, después de haber cenado y lavado los pies a sus discípulos, el sermón en que Jesús les encomienda un mandamiento nuevo (Jn 13, 33-26, especialmente 33-35). A partir de este sermón se desarrollaron ya en los siglos XIV y XV tres formas distintas de sermón:

– El sermón del mandato, que tenía lugar en la tarde del Jueves Santo en una ceremonia, separada de la Misa, que se celebraba por la mañana, en la que se procedía a lavar los pies a doce personas, pobres u otras personas.

– En algunos lugares hemos hallado un sermón del Prendimiento, pero creemos que es una invención de los siglos XVII ó XVIII.

– El sermón de la Pasión que tenía lugar el Viernes Santo o Viernes de la Cruz, como entonces se decía, y que adquirió dos formas distintas:

– El sermón de la Pasión predicado por la mañana temprano, como parece se celebraba en Jaén en torno 1460, sin que sepamos si iba o no unido a alguna ceremonia litúrgica o extralitúrgica.

– El sermón de la Pasión predicado por la tarde del Viernes Santo, del que tenemos más información. De éste conocemos los célebres y largos sermones que predicara san Vicente Ferrer por los años 1411 a 1416, cuyo texto ha llegado hasta nosotros, pronunciados en Valencia, en Murcia o en Toulouse (Francia). 6

Pero más interesante es el que hemos hallado documentado en la ciudad de León hacia 1450 que tenía lugar en la Catedral, lo pronunciaba el obispo y llevaba unida a la predicación del sermón el desarrollo de la acción de desclavar y descender el cuerpo de Jesús de la Cruz (un crucificado articulado) y su colocación en el sepulcro. 7

Los disciplinantes.

¿Desde cuándo existieron disciplinantes públicos en la Península Ibérica?. Quizás hoy tenemos la posibilidad de contestar documentadamente a esta pregunta. Los disciplinantes, la práctica de la disciplina o autoflagelación pública, aparecieron en la Península Ibérica de la mano de san Vicente Ferrer en sus campañas de predicación de 1411-1412.

En sus sermones San Vicente habla de la penitencia como parte de la conversión interior del hombre hacia Dios, como penitencia sacramental por la que se nos perdonan los pecados y como medio de ascésis externa, en concreto la práctica de la flagelación:

“E, por ende, buena gente, dexat la mala vida e los pecados e faced penitencia, dando de comer a la ánima, vestiendo çiliçio e çiñendo una cuerda sobre la carne y azontándovos con desçiplinas, e ayunar e dormir en tierra e andar descalços, non vestir camisas”. 8

Sabemos que San Vicente Ferrer viajó por Castilla de pueblo en pueblo, junto a una “compañía”. Veamos cómo llegó y fue recibido en Toledo el día 30 de junio de 1411, después de haber comido en Nambrona:

“E entró encima de un pobre asno e [con] un sombrero pobre de palma en la cabeça, e santiguando e bendeziendo a unos e a otros. E todos nosotros asaz avíamos que fazer en defender que los omes e mugieres non llegasen a él a le besar las manos e ropas. E delante dél venían en proçesión fasta trezientos omes vestidos de pardo de su compañía e fasta dozientas mugieres, todas faziendo muchas oraçiones’. 9

El programa de un día completo en un pueblo o ciudad de san Vicente Ferrer y su compañía se terminaba con una procesión de penitencia por el pueblo en la que sus participantes practicaba la autodisciplina o se autoflagelaban. Así lo testifica el mismo santo cuando comenta en algunas ocasiones sus propias experiencias durante la procesión de penitencia. Las cadenas, los látigos y otros objetos de castigo ocupaban el escenario cuando caía la tarde y la sangre derramada provocaba la contrición tan buscada por el dominico:

“No trobareu en degun libre que jamés Déus mogués la gent a peniténcia pública com fara ara. Es hun senyal del món que és vell, que deu fallir tost, e ben tost. ¿Quantes lágrimes gitats vosaltres e quants crits de misericordia e lágrimes, no solament de aygua, mas de sanch, tots vespres en les professons que féts los huns ab diciplines punxants, altres ab açots, altres ab cadenes? Jamés fon fet sinó ara. Axí se résusciten homens e dones envellits en peccats. Yo vol~ ria que los preveres obrissen los huylls. Qué entén a fer nostre senyor Déus per aquesta obra? Que jamés fon feta tal penitencia. Pensat què deu fer nostre senyor Déus e què deu ésser del món. Veus: aquesta és la manera de fer penitència als envellits e endurits en peccats”. 10

Estas compañías de disciplinantes lanzadas por san Vicente Ferrer, en la segunda decena del siglo XV, debieron llegar a su máximo auge a mediados del mismo siglo, entrando después en crisis, de manera que no volverán a reaparecer sino unidas a las cofradías de la Santa Vera Cruz y Sangre de Jesucristo hacia 1520-1525, obra, en gran parte, no de los dominicos, sino de los franciscanos.

Los diferentes tipos de cofradías de Semana Santa.

Dentro de las, diremos, más auténticas cofradías de Semana Santa podemos distinguir diferentes tipos:

– Las cofradías del Crucificado. Distinguimos dentro de este apartado, como un grupo primero cronológicamente y muy amplio, a las cofradías de la Vera Cruz.

No tenemos, al presente, duda alguna de que las cofradías de la Santa Vera Cruz, influenciadas, contagiadas y unidas a las de la Sangre de Cristo, son las primeras auténticas cofradías de Semana Santa o de Pasión, ya definidas. Creemos que las cofradías de la Vera Cruz y las cofradías de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y sus respectivos crucificados o son las mismas o arrancan de un tronco común. Nacieron en la segunda mitad o finales del siglo XV y se extendieron por toda Andalucía y por toda España después de la famosa carta del doctor Ortiz con el vivae vocis oraculo del Papa Paulo 111 a la Cofradía de la Vera Cruz de Toledo de 1536. Realizaban su estación de penitencia en la noche del Jueves al Viernes Santo. No llevaban más que un Crucificado pequeño que era portado a mano, al que con posterioridad se añadió una imagen de Nuestra Señora de los Dolores sobre unas parihuelas. Sus cofrades eran de luz y de sangre, los que se autoflagelaban durante la estación de penitencia. No llevaban ningún adorno o música, más que un tambor destemplado o una trompeta que “tocase de dolor”. Así han perdurado las cofradías de la Santa Vera Cruz, y si han dejado de salir el Jueves Santo por la noche, practicar la disciplina o han incluido algún ornato, se debe al cambio y evolución de los tiempos. La mayoría de las cofradías de la Vera Cruz de los pueblos poseía su capilla propia en las afueras del lugar. Algunas de ellas tuvieron, al menos durante el siglo XVI, hospital propio. Creemos que estas cofradías de la Vera Cruz, fundadas en el siglo XVI, eran, si no ricas, al menos riquillas, por lo que la desamortización les afectó mucho más que a aquéllas que habían vivido siempre y exclusivamente de la limosna. De todos modos, desde el siglo XVIII en adelante apenas si se han vuelto a fundar nuevas cofradías de la Vera Cruz. En algunos casos se ha intentado resucitar la vieja cofradía de la Vera Cruz, fundada en el siglo XVI y presente en la mayoría de los pueblos. En algunos pueblos al no existir más que una cofradía de crucificado y ser ésta la de la Vera Cruz, este crucificado podía salir en procesión el Jueves y el Viernes Santo por la tarde y en esta segunda ocasión practicar con este crucificado la ceremonia del descendimiento.

El resto de las cofradías de crucificados han sido fundadas por diferentes causas. Muchas procesionan el Viernes Santo, algunas por la mañana y la mayoría por la tarde. El Viernes Santo por la tarde tenía lugar la ceremonia del descendimiento. Mientras que un sacerdote predicaba un sermón, con el cual dirigía la ceremonia, se desclavaba y descendía de la cruz una imagen de Cristo con los brazos articulados, que se depositaba en el sepulcro. Hoy esta ceremonia aún permanece en algunas ciudades y pueblos.

La confección de crucificados durante el siglo XVI fue tan grande que algunas cofradías de crucificados fundadas en los siglos XIX y XX han podido tomar un crucificado del siglo XVI.

En la ciudad de Sevilla, ya desde el siglo XVI, procesionaron las cofradías el Domingo de Ramos, el Miércoles, el Jueves y el Viernes Santo. En el siglo XIX se inventó el Martes Santo y en el siglo XX el Lunes Santo y el Sábado Santo. Algo semejante ha ocurrido en otras ciudades hispanas. En los pueblos hasta nuestros días no hubo procesiones más que el Jueves y Viernes Santo, solamente en los últimos 50 años han aparecido o se han trasladado al resto de los días de Semana Santa por imitación de las ciudades.

Las cofradías de crucificados surgen con toda fuerza en el siglo XVI, se mantienen sus fundaciones, pero muy decaídas, durante los siglos XVII, XVIII y XIX, y vuelven a resurgir con mucho ímpetu en el siglo XX, con posterioridad a la Guerra Civil.

– Las cofradías de Jesús Nazareno o Jesús llevando su cruz a cuestas. Existe un hecho sobre el que queremos llamar la atención en primer lugar: la existencia de unas cofradías de la Cruz unidas a la imagen y cofradías de Jesús Nazareno, las cofradías de la Santa Cruz de Jerusalén. La mayoría de estas cofradías dan culto a una imagen de Jesús llevando su cruz a cuestas, algunas han recibido en determinados lugares algunas advocaciones propias, como es el caso de las cofradías del Gran Poder en la ciudad de Sevilla y algunos de sus pueblos. Existe otro grupo, pequeño, cuya advocación e imagen son las diferentes caídas de Jesús bajo el peso de la cruz. Queremos destacar dentro de este grupo la evolución que sufrió una cofradía de Jesús caído de la ciudad de Osuna. En ella existía, desde el siglo XVII o XVIII una cofradía de nuestro Padre Jesús Caído, cuya imagen representaba el momento en que Cristo, tras ser azotado, era desatado de la columna y caía junto a ella. En la Semana Santa de 1963 se varió -no sin polémica interna- la iconografía del paso de misterio y desde entonces Jesús aparece en una de las caídas con la Cruz a cuestas en la calle de la Amargura.

Las cofradías de Jesús Nazareno son, también, del siglo XVI, el siglo de la explosión de cofradías de Semana Santa, aunque no llegan a un tercio de las cofradías de crucificados. Sin embargo, en los siglos XVII y XVIII las cofradías del Nazareno toman un auge, se desarrollan y se fundan en mayor número que las cofradías del crucificado. El siglo XIX es crítico para todas las cofradías. En el siglo XX, después de 1936, resurgen y se fundan casi tantas como en el siglo XVI.

Las cofradías del Nazareno en sus orígenes procesionaban en la madrugada del Viernes Santo, procediéndose al encuentro entre las imágenes del Nazareno y de María, su madre, con otros acontecimientos ocurridos en la calle de la Amargura y teniendo lugar un famoso sermón cantado y escenificado. 11

Tras los pregones se rememoraban los hechos que acontecieron en la calle de la Amargura: San Juan corriendo buscaba a María para llevarla ante su Hijo, quien tras darle las espaldas para que ésta no sufriera, comenzaba a andar simulando las Tres Caídas. Tras las caídas aparecía la mujer Verónica para limpiar el rostro a Jesús que, posteriormente, lo mostraba al público asistente. Finalizaba la ceremonia con la bendición de Nuestro Padre Jesús a todos cuantos se congregaban en la procesión.

En algunos lugares la misma imagen del Nazareno sale en procesión en dos ocasiones: una en la tarde del Jueves Santo, sin la cruz y con las manos atadas, como Jesús Cautivo, y otra en la mañana del Viernes Santo con la Cruz a cuestas.

– La Sagrada Entrada de Jesús en Jerusalén. Esta cofradía que se fundó, también, en el siglo XVI, se encuentra hoy presente en muchas ciudades y pueblos

– La Oración de Jesús en el Huerto. Se fundó esta cofradía en la ciudad de Sevilla en 1560. En la actualidad está presente en algunas otras ciudades y pueblos

– Jesús Cautivo. Es un tipo de cofradía de fundación reciente. En 1956 se fundó la cofradía en la ciudad de Sevilla. En la actualidad existe en otras ciudades y pueblos. En algunos lugares, la imagen del Nazareno procesiona sin la Cruz y con las manos atadas como Jesús Cautivo.

– Constituimos un grupo con un conjunto de cofradías que giran, más o menos, en torno al mismo misterio:

  • Sagrada Columna y Azotes. Se fundó en la ciudad Sevilla en 1563, hoy existe en otras ciudades y pueblos.

  • La Coronación de Espinas, Cristo de la Sentencia, Ecce Horno o Jesús presentado al pueblo. Quizás la primera sea la de Sevilla (Macarena 1590), a la que han seguido otras muchas en la misma Sevilla y en diferentes ciudades y pueblos.

  • Cristo de la Humildad y Paciencia. Se trata de Jesús sentado en un banco después de haber sido flagelado. Se fundó la primera en Sevilla (Estrella siglo XVII) después ha aparecido en diferentes ciudades y pueblos.

– Santo Entierro. Las primeras cofradías de este tipo se fundaron en el siglo XVI junto con la ceremonia del descendimiento del cuerpo muerto de Jesús de la cruz que ya se practicaba en la catedral de León a mediados del siglo XV. Está muy extendida por toda España.

– Nuestra Señora de los Dolores. Nos referimos a cofradías autónomas de María, no a imágenes que acompañan a otra de Cristo. Se presenta bajo diferentes advocaciones, la más común es la de Nuestra Señora de los Dolores, pero también de las Angustias, de la Quinta Angustia, de las espadas, del Traspaso, del Mayor Dolor y Traspaso, de la Piedad. Es muy frecuente en toda España.

– Nuestra Señora de la Soledad. Es también muy común. Existe una cofradía con cierta difusión que dudamos si unirla al grupo de Nuestra Señora de los Dolores o de la Soledad, es la cofradía de los servitas, fundada en Italia por los siete nobles florentinos en 1233, pero difundida en Castilla a partir de 1567, cuando se fundó en Madrid.

– Resucitado. En Castilla pensamos que tiene una antigüedad y una raigambre mucho mayor. Existe la cofradía y se celebra la fiesta y la procesión “del encuentro” con entusiasmo y aparato en las ciudades y en los pueblos. En Andalucía hemos de confesar que es una fiesta y una cofradía olvidada. Sólo después del Sínodo de Sevilla de 1972 se ha intentado introducir en la ciudad y los pueblos, seamos sinceros, con poca respuesta por parte del pueblo.

En algunas ciudades y pueblos las cofradías de Semana Santa de los días Jueves Santo por la tarde, Viernes Santo por la mañana y por la tarde reúnen, en una sola cofradía, todos los “pasos” que rememoran los hechos que ocurrieron en esas horas. En algunas ciudades se celebra una procesión magna o completa el Viernes Santo por la tarde.

b) Las cofradías de disciplina.

Hemos definido estas cofradías como “aquellas cofradías de gloria, asociaciones de fieles, por lo general exclusivamente laicos, que teniendo como advocación a Jesucristo (pero no en su Pasión y Muerte), María (pero no asociada a la Pasión y muerte de Jesús), los santos y hasta las Ánimas Benditas del Purgatorio, o teniendo otros fines artesanales o benéfico-asistenciales, deciden practicar la penitencia pública: autoflagelación u otro tipo de penitencia durante los días de Semana Santa en una procesión o “Estación de Penitencia pública”.

Pues bien, los orígenes de estas cofradías que hemos llamado de disciplina y no de Semana Santa pudieron ser muchos y diferentes. Se trata de las cofradías asociación de personas de un mismo oficio, cofradías hospitalarias, cofradías marianas, cofradías de la Santa Caridad, cofradías de la Misericordia, cofradías fundadas en una parroquia para enterrar a los difuntos de la parroquia, cofradías de las Ánimas Benditas de Purgatorio, cofradías Sacramentales (en los últimos años), etc., que en un momento dado incluyeron la “Estación de Penitencia” en una de los días de Semana Santa o se unieron y fusionaron con una de las cofradías de Semana Santa o de pasión.

 

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